Acabado en mi eterna soledad.

Publicado en por David Ruiz


En la ventana de mi habitación tengo puesta una flor que vive conmigo, cada vez que sufro un mal de amor, un pétalo de esa rosa cae y lentamente acabamos con nuestras vidas. Ayer, intenté conseguir una cita con una mujer, la más hermosa que he visto nunca, su piel suave como la cera incitaba a soñar despierto que mis dedos la tocan, sus ojos verdes cautivaron a un olivo que se tiñó del mismo verde de sus ojos por envidia. Es tal su hermosura, que Afrodita, tal y como en el juicio de Paris me pide que entregue la manzana de oro a las más bella de las dos, era una diosa despampanante, con largo pelo de oro caído hasta llegar a la cintura, ojos azules sin envidiar el azul del cielo y una voz dulce y angelical.

Yo cegado por la belleza de esa mortal que desprendía amor al contrario que Afrodita, bella de entre todas las bellas, pero gélida de amor de tan engreída… la balanza se inclina sobre mi amor, provocando la ira de la diosa que como castigo por mi infamia decide enviarme a Cupido, el eterno insatisfecho para lanzar una flecha de odio a mi amor.

 

Era una fría tarde de invierno cuando el último pétalo de mi rosa cae marchito sobre mi cama.

Ya no puedo más, el corazón de tanto latir me va a estallar, veo a esa mujer todos los días y puedo gritar a los cuatro vientos y decirles que la amo… pero la soledad se ceba en mí y la melancolía inunda mi pecho cual lanza atravesando el corazón de un soldado. La tristeza me ahoga y tan solo espero el momento de la llegada de mi sueño. Cae la noche en mi habitación siendo medio día, pasan las horas y en la oscuridad veo tu cara, te toco… pero tan solo es un sueño, único momento en dos días que he encontrado una falsa felicidad, pues todo es un simple sueño, una hermosa mentira en la quisiera vivir. Ahora si te veo despierto, estoy delirando y por ello tengo miedo y a la vez felicidad, es una sensación algo rara, espera, empiezo a saber lo que es, cierro los ojos y todavía estas ahí, es amor, amor que lleva mi sangre por todas las venas de mi cuerpo.

 

En un desesperado intento de terminar con este dolor, cierro los ojos y de mi habitación en el más oscuro rincón junto mis manos para pedir a Dios que me lleve al fondo del mar y que se ahoguen todas mis penas en la mar para librarme de de esta agonía, para que la soledad me parezca divina, pues ya no veré tu cara, ni siquiera esos ojos verdes ni su piel blanca cual nube en verano. Te ruego que nunca me dejes solo, pues tengo miedo de quedarme con mi amor a solas.

 

Mientras espero la llegada de mis súplicas, me acerco al armario donde tengo unas botellas de alcohol, sin otra cosa que hacer y para matar el tiempo mientras espero la hora de mi dulce fin, abro una botella de whisky de treinta años, pero ni con el alcohol consigo borrar mi amargura. Triste, solo y borracho lloro en silencio mis penas.

Me arribo dando tumbos a mi escritorio, cojo papel y lápiz y esparcí hasta la ultima gota de mi amor sobre el papel mojado de tanto llorar por ti, escrito dejo que ahora no lo sabes pero cuando aquí yo no esté, sentirás no haberme amado cuando pudiste recibir el amor que nadie jamás te ha dado.

 

Ahora si, mareado, con nauseas y un fuerte dolor de cabeza me tumbo en la cama, las paredes se mueven enfrentándose las unas con las otras con el único propósito de caer al suelo para derrumbar así la casa.

Yo, arto de una discusión que no me interesa para nada y ante escándalo sin igual, duermo…  ¿Qué es esto? ¿Qué ocurre? No recuerdo tu nombre, tus ojos ni tu voz, ya no me acuerdo de tu cara ni tu cuerpo, pero sin embargo me encuentro en paz, no me siento mal, de repente se me ha pasado todo el sufrimiento que nublaba mi mente y atosigaba mi pecho. Pero todo se acaba y suena un despertador… ¿Qué ocurre? No me puedo levantar, no puedo pensar… tan solo puedo soñar sin soñar nada. Cada segundo noto que me hundo en una acogedora soledad, ya no se que significa amor. Ahora lo entiendo todo, se ha cumplido lo que yo más deseaba, ha llegado mi fin.

 

Pero en esta paz me nace otro problema y es que sufro por no volver a verte, sufro por no poder tocarte, pero lo que más me duele sin duda es no poder amarte.

Etiquetado en Relatos

Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase:
Comentar este post